jueves, 13 de octubre de 2011

Mensaje


De un “profe” a los Estudiantes
La falsa apariencia a la que los mismos “profes” sucumbimos al tejer sobre los estudiantes un discurso que los emplaza en el lugar de enemigos, nos debe llamar a repensar seria y comprometidamente nuestra responsabilidad de maestros. En momentos como estos, en los que nuestros estudiantes quizás nos necesitan más que nunca, no podemos sino tener para ellos la expresión del gesto amoroso, inherente al hecho de esa vida común y de encuentro fecundo que es para todos, para ellos y nosotros, la Universidad. Hoy como muchas otras noches me roban el sueño; y pienso en ellos, y en los que también fueron para nosotros arrebatados ideales de la juventud, esos que siempre retornan con la fuerza y vigencia que supieron retener las siempre luminosas palabras de Walter Benjamin:

LA JUVENTUD Y LA HISTORIA (1913)*
La escuela y la familia desdeñan como retórica nuestros más serios pensamientos. Nuestro miedo al maestro es casi simbólico; él nos malinterpreta continuamente, capta solamente nuestras letras, pero no nuestro espíritu. También tenemos miedo a muchos adultos, pues se fijan en todo lo que decimos, pero no entienden nunca lo que queremos decir. Nos reprenden por unos pensamientos que apenas están surgiendo aún en nosotros.
Pero nosotros sabemos que la falta de claridad no es un reproche, que nunca alguien que haya pretendido algo serio ha preparado un programa para curiosos y escépticos. Es verdad que nos falta el “sentido histórico”, pero nos sentimos emparentados con la historia, no con la pasada, sino con la futura. Nunca comprenderemos el pasado si es que no deseamos el futuro.
La escuela nos vuelve indiferentes, nos dice que la historia es la lucha entre el bien y el mal y que tarde o temprano el bien triunfa. De modo que no hay prisa por actuar. Por así decirlo, el presente no es actual, el tiempo es infinito. Pero a nosotros nos parece que la historia es una lucha más cruel y severa. No luchamos por valores ya existentes, no luchamos por el bien y el mal, sino por la posibilidad de los valores, que está continuamente amenazada, por la cultura que vive en una eterna crisis: pues con cada presente los viejos valores se vuelven más viejos; el brío se convierte en indolencia; y el espíritu, en estupidez. Y con ello se pierde la libertad, el mayor bien histórico. Porque la libertad no es un programa, sino la voluntad para un programa, es decir, una mentalidad.
La historia es la lucha entre los entusiasmados y los indolentes, entre los futuros y los pasados, entre los libres y los esclavos. Los esclavos podrán siempre presentarnos el canon de sus leyes, mientras que nosotros aún no podemos indicar la ley bajo la cual nos encontramos. Tenemos sin embargo la sensación de que aquí se trata de un deber. Poseída por esta sensación, la juventud tendrá al fin coraje para lo que los otros consideran retórica. Actuará, aunque los demás la crean confusa. La juventud es confusa, como lo es el espíritu de la historia, y nunca resplandece hasta la fiesta.
Debemos a Gerhart Hauptmann un sentido juvenil de la fiesta y de la lucha.

Lo que de nuestra parte debemos a las enseñanzas del estudiante Walter Benjamin.

*Tomado de: Walter Benjamin. Obras. Libro II, Vol. I. Madrid: Abada, 2010, pp. 60-61

(Escrito por Carlos Enrique Restrepo Profesor del Instituto de Filosofía U de A)

No hay comentarios: